¡Recuerden el tálamo!

Esta entrega intenta traer a la luz de la opinión pública una temática largamente postergada y evitada por la prensa tendenciosa y malintencionada.

Me refiero específicamente a la usurpación territorial por parte de las mujeres dentro del ámbito de la cohabitación marital.

Lo más grave de esto es que la contienda comienza de manera sutil, pasa completamente inadvertida para los crédulos hombres, que embelezados por las artimañas y manipulaciones femeninas, vamos cediendo terreno hasta que es demasiado tarde.

Se inicia con el comienzo de la convivencia, primero con elementos casi superfluos, pero solo a modo de ir observando las debilidades en los flancos del bando opuesto. Ya todos reconocerán la frase –“Me puse tu remera porque estaba ahí, tirada, y me dio fiaca ir a buscar una mía”. Nótese la doble intención en esta aparentemente inofensiva frase: porque estaba ahí, como si el hecho de que nuestras posesiones, por el mero hecho de existir, puedan ser incautadas. Luego la acotación de tirada, o sea que da por supuesto que el que el elemento, por estar disponible para un futuro uso ya que aún no está “suficientemente sucio para justificar el uso de jabón, agua, electricidad, enjuague, etc.”, se encuentra abandonado, librado a su suerte. Finalmente manifiesta de manera superficialmente inocente, y aclaro esto porque siempre subyace un claro plan expansionista, que le dio fiaca ir a buscar la suya, dejando una nota subliminal en nuestros subconscientes las dificultades a que nos veremos expuestos de intentar incurrir en SUS dominios.

El siguiente paso es inutilizar nuestros pertrechos: primero la inutilización de los elementos punzo-cortantes, como la maquinita de afeitar con la excusa de la depilación en la ducha, dejándo romos sus filos ¿Alguien puede creer que los vellos de sus piernas puedan competir en dureza con nuestras recias barbas? ¿Y en una sola sesión? Altamente improbable si me preguntan, aunque he visto canutos dignos del record Guinness. Sigue por los cuchillos, armamento doméstico por excelencia y tan atávicamente apreciado, inutilizándolos mediante el uso de elementos químicos encubiertos para quitarles filo y punta ¿O se creían que cortar cebolla tan asiduamente con nuestro cuchillo del asado se debía solo a una distracción? Nooo, está fríamente calculado. Otro bastión entregado: el control remoto, nuestro cetro, el símbolo del poder y patriarcado. No quiero ahondar en el tema porque sobran las palabras.

Finalmente el territorio, la COLONIZACIÓN: si, me refiero a la invasión lenta, subrepticia y ocupacional de “nuestro lado del ropero", que con la excusa de falta de espacio propio van extendiendo sus dominios sobre nuestro reino, desplazando calzoncillos por bombachas, varoniles medias de fútbol por las claramente identificables pantimedias, corbatas por corpiños, etc. Y todo ello sin el menor atisbo de resistencia de nuestro bando. El último terreno dentro de esa política imperialista es NUESTRA mitad de la cama. Intolerable, su voracidad no encuentra límites. Violentar el último reducto propio y su significado, el altar del placer y el descanso, ya es demasiado. Es inevitable la lucha nocturna con un enemigo con armamento psicológico desarrollado hasta la perfección por eones, incorporado a su genética, que disfrazado de sensualidad y amor, cual cebo de una trampa, destruye las últimas defensas psíquicas y terminamos durmiendo en los límites externos del lecho, con el enemigo sobre nuestra retaguardia y en maniobras envolventes para evitar posibles acciones evasivas.

Este es un llamado de atención a las futuras generaciones, una voz que clama en el desierto. ¡Estad prevenidos!